Caixa de Texto:  e-ISSN 1984-7246   Problematizaciones biopolíticas en torno al capitalismo, el deporte y la técnica[i]

 

Santiago Pich[ii]

Universidade Federal de Santa Catarina (UFSC)

Florianópolis - SC, Brasil   

lattes.cnpq.br/6299225978049439       

orcid.org/0000-0002-8064-1320      image  

santiago.pich@yahoo.com.br       

    

 

Virginia Alonso Sosa[iii]

Universidad de la Republica Uruguay (UDELAR)

Montevidéu, Uruguai   

imageorcid.org/0000-0002-8937-1371            

viquialonso@gmail.com     

 

 

Raumar Rodríguez Giménez[iv]

Universidad de la Republica Uruguay (UDELAR)

Montevidéu, Uruguai  

lattes.cnpq.br/9260916542989334            

image orcid.org/0000-0001-9643-9314            

raumar.isef@gmail.com           

 

 

Fabio Zoboli[v]

Universidade Federal de Sergipe (UFS)

São Cristóvão - SE, Brasil   

lattes.cnpq.br/0682121655932961            

image orcid.org/0000-0001-5520-5773            

 zobolito@gmail.com          

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Problematizaciones biopolíticas en torno al capitalismo, el deporte y la técnica

 

Resumen

El presente ensayo tiene como objetivo reflexionar acerca del deporte y la técnica en el capitalismo neoliberal en tanto instancias en las que se actualiza la biopolítica. El escrito se basa en el supuesto de que el deporte es el espacio por excelencia de materialización del cuerpo moderno en el que el control técnicocientífico de la vida, con el objetivo de maximizar su rendimiento, se muestra sin velos. El problema de fondo de este texto queda planteado en los riesgos de la existencia de un pensamiento técnico, relativamente autónomo, disyunto de lo filosófico y determinado casi exclusivamente por el ideal de la eficiencia. Frente a esta carrera perdida de antemano entre los avances técnicos, tecnológicos y biotecnológicos por un lado y la demanda de sentido ante las intervenciones sobre el cuerpo en el terreno del deporte de alto rendimento por el otro, nos queda el espacio del pensamiento y de la política. Se concluye que, ante la evidencia de un deporte cada vez más espectacularizado y espectacularizante, que no duda en intervenir (ni en perseguir) moléculas, hormonas o cromosomas, no resulta difícil vislumbrar cómo la administración y burocratización de la vida orgánica se imponen sobre la reflexión filosófica y política, cada vez más mediada por la lógica neoliberal.

 

 

Palabras clave: biopolítica; capitalismo; deporte; técnica.

 

 

 

 

 

Biopolitical problematizations surrounding capitalism, sports, and technique

 

Abstract

This essay examines sport and technique within neoliberal capitalism as arenas where biopolitics is manifested. It starts from the premise that sport is the space par excellence for the materialization of the modern body, where the techno-scientific regulation of life—aimed at maximizing performance—is revealed in full clarity. The central concern lies in the dangers of a technical rationality that operates relatively autonomously, detached from philosophical inquiry, and governed almost solely by the ideal of efficiency. We face a race already lost between technical, technological, and biotechnological advances on one hand, and the demand for meaning in the face of bodily interventions in elite sport on the other. Yet, the space of critical thought and political action remains open. The essay concludes that, in an increasingly spectacularized and spectacularizing sporting culture—unhesitant in intervening in molecules, hormones, and chromosomes—the administration and bureaucratization of organic life overshadow philosophical and political reflection, itself progressively shaped by neoliberal logic.

 

Keywords: biopolitics; capitalism; sports; technique.

 

 

 

 

 

Problematizações biopolíticas em torno do capitalismo, do esporte e da tecnologia

 

Resumo

Este ensaio busca refletir sobre o esporte e a tecnologia no capitalismo neoliberal como instâncias em que a biopolítica se concretiza. O texto parte da premissa de que o esporte é o espaço por excelência para a materialização do corpo moderno, onde o controle tecnocientífico da vida, com o objetivo de maximizar o desempenho, se manifesta sem disfarces. O problema central abordado neste texto reside nos riscos da existência de um pensamento técnico relativamente autônomo, desconectado do filosófico e determinado quase exclusivamente pelo ideal de eficiência. Diante dessa corrida, perdida desde o início, entre os avanços técnicos, tecnológicos e biotecnológicos, por um lado, e a demanda por sentido diante das intervenções no corpo no campo do esporte de alto rendimento, por outro, resta-nos o espaço do pensamento e da política. Conclui-se que, diante das evidências de um esporte cada vez mais espetacular e sensacionalista, que não hesita em intervir (ou perseguir) moléculas, hormônios ou cromossomos, não é difícil perceber como a administração e a burocratização da vida orgânica prevalecem sobre a reflexão filosófica e política, cada vez mais mediada pela lógica neoliberal.

 

Palavras-chave: Biopolítica; capitalismo; esporte; tecnologia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 Introducción

Para un campo como el del deporte, la cuestión de la técnica parece estar lejos de ser saldada. Esto es especialmente evidente si se tienen en cuenta dos aspectos del deporte contemporáneo: por un lado, la brecha cada vez más insalvable entre el deporte profesional y las diversas formas de deporte amateur; por otro, las determinaciones que se imponen como demandas de la dinámica del capitalismo amalgamado con el neoliberalismo. Todo parece confluir hacia la maximización del rendimiento de los cuerpos, y la técnica es la llave de esa demanda. Sin embargo, estos señalamientos todavía no son suficientes para delimitar un problema. De fondo tenemos las relaciones entre el saber y la técnica que se han construido históricamente, desde el mundo antiguo hasta el contemporáneo, pasando por el universo moderno. Nos quedaremos, sin embargo, con lo que parece ser la tónica actual: la técnica devenida fin en sí misma, disyunta de la ciencia y la filosofía, en un proceso histórico de larga duración que muestra la profundización y refinamiento de todo un paradigma.

Sin embargo, si es cierto lo que afirmó Koyré (1994, p. 51), “el pensamiento científico nunca ha estado enteramente separado del pensamiento filosófico”, y aunque la técnica haya tenido un notable desarrollo autónomo, relativamente desarticulada incluso del discurso de la ciencia, en ningún caso es sin alguna relación con el discurso filosófico, en particular, lo que nos interesa aquí, con la cuestión ética. Por otra parte, compartimos el punto de vista que supone que la técnica, tanto como el lenguaje, es constitutiva de lo humano (Koyré, 1994; Ortega y Gasset, 1977); en este sentido es, claro, anterior a la filosofía y la ciencia.

Koyré resume de la siguiente manera la actitud que los filósofos han tenido hacia la técnica: “va desde la resignación sin esperanza (antigüedad) a la esperanza entusiasta (época moderna) para volver a la resignación desesperada (época contemporánea). A lo que hay que añadir, sin embargo, que la filosofía antigua se resigna a la ausencia de la máquina, mientras que el contemporáneo se ve obligado a resignarse a su presencia” (Koyré, 1994, p. 71).

Dentro de las reflexiones que estamos realizando, una de las vías para pensar la cuestión del deporte y la técnica en el capitalismo neoliberal, es la que admite la existencia de un pensamiento técnico, relativamente autónomo, disyunto de la filosofía y la ciencia, pero determinado en última instancia por el ideal del rendimiento y la eficiencia, articulado en uno de los conceptos clave del neoliberalismo: la competencia (Foucault, 2007). Hay que señalar, además, que “aunque el capitalismo y la técnica deben distinguirse claramente en cada etapa, una condicionaba la otra y repercutía sobre ella… la técnica indudablemente tiene una gran deuda con el capitalismo, igual que la tiene con la guerra” (Mumford, 1992, p. 42-43).

Entendemos, por lo que venimos planteando, que el deporte es el espacio por excelencia de materialización del cuerpo moderno en el que el control técnicocientífico de la vida con el objetivo de maximizar su rendimiento se muestra sin velos. El problema de fondo de esta cuestión queda planteado en los riesgos de la existencia de un pensamiento técnico, relativamente autónomo, disyunto de lo filosófico y determinado casi exclusivamente por el ideal de la eficiencia. A raíz de ello, nos proponemos reflexionar acerca del deporte y la técnica en el capitalismo neoliberal en tanto instancias en las que se actualiza la biopolítica.

 

2 Cuerpo, técnica, deporte y capitalismo

Si introducimos ahora la cuestión del cuerpo, fundamental para cualquier trabajo teórico o práctico que refiera al deporte, empecemos por señalar que lo humano, desde antes de nacer, se encuentra inevitablemente con la técnica y, de algún modo, en esas primeras relaciones, comienzan a diluirse los límites entre el cuerpo y la técnica, porque el cuerpo humano queda desde el principio completamente tomado en el mundo de la técnica. De esta manera, por un lado, se tiene una relación del tipo “objetiva”, donde la técnica es externa al cuerpo, algo que se aplica a él; por otro lado, la técnica está siempre-ya en el cuerpo, hecha cuerpo, incorporada, encarnada. En la medida en que el viviente es tomado por la cultura, recibido en ella, vivir es entrar de alguna manera, siempre, en la técnica, en las técnicas. No es de extrañar que la mayor eficacia del funcionamento de la técnica radique en que ya no podamos distinguir un lado del otro una vez que su incorporación se asimila al orden de lo natural, dejando de ser algo externo que podemos ver ante nuestros ojos. Por lo tanto, el cuerpo no es un dato, sino un hecho o un haciendo y siendo hecho, como entiende Viveiros de Castro (2018). El pasaje de un organismo a un cuerpo (como lo piensa el psicoanálisis, principalmente el de corte lacaniano) implica su inscripción en un orden cultural y en los discursos que lo constituyen y presupone una relación con la técnica que marca esos discursos en el modo de hacer al cuerpo y que tiene resonancias en los modos de hacer del cuerpo. Nos arriesgamos a decir que la dimensión fisiológica no escapa de esa lógica, sino que al contrario es objeto de captura por ese discurso. Agamben (2004, p. 19) nos dice que “en el fondo, la vida fisiológica no es otra cosa que una técnica olvidada, un saber tan antiguo que ya hemos perdido toda memoria.” Con base en esa idea podemos sospechar que la modernidad le ha dado una forma tecno-científica a la fisiología y que se ocupa de operar su naturalización y también, paradójicamente, la imposibilidad de su olvido y su imperativa necesidad, mediante la operación tecno-científico-política, de su incesante recuerdo en las campañas de promoción de la salud y la neurosis provocada por el inescapable “estilo de vida saludable”, que se maximiza en la actualidad a través de los dispositivos electrónicos que operan un control digital de la vida biológica (Pich; Stassun, 2019).

Si quisiéramos utilizar la vía del discurso para presentar esta cuestión, podríamos decir que desde el nacimiento el individuo humano es tomado en el discurso de la técnica y, de modo más general, se podría decir incluso que allí donde hay trazos de cultura, lo viviente es tomado en el discurso de la técnica. No obstante, podríamos decir a la manera kantiana que, así como la intuición sin el concepto es ciega, también lo es la técnica disyunta de la filosofía, de la teoría científica y del arte, o podríamos decir de forma más amplia, de las instancias que permiten un pliegue, u operan una instancia crítica con relación a la técnica, de lo que permite una operación de disrupción con relación a la naturalización de cualquier operación técnica. Opera, digamos así, dentro de sus propios límites, dentro de lo que antes llamamos pensamiento técnico, sin procurar más fundamentos que los de su propia eficiencia y eficacia. Podríamos decirlo también de otro modo: lo que ocurre es que llegamos a la era en la que la técnica producida en los moldes de filosofía liberal y ahora neoliberal y la ciencia y que crece al sabor del mercado en una perspectiva enteramente utilitarista, ha sido inscripta de modo decisivo, ha sido naturalizada a tal punto en ese registro que parece que suena como una insanidad y una imposibilidad disociarlas o abrir una brecha para la crítica. El mote de la necesaria “innovación tecnocientífica” (vemos claramente en ese significante como ciencia y técnica – en clave de lectura neoliberal – se muestran indisociables) se ha vuelto un mantra en la vida social contemporánea. Se sientan de este modo las bases para lo que Milner (2003) llama una civilización sin cultura.

Por fin, es imprescindible incluir en este intento de delimitación el elemento del espectáculo. Si es acertado el diagnóstico de Guy Debord (2018), vivimos en la sociedad del espectáculo. El deporte es una de las escenas de ese espectáculo, quizás una de las más relevantes, por todo lo que condensa. Pero no se trata de cualquier escenario, sino de uno en el que romper un récord es la principal motivación; es parte del diagnóstico que hacía Lewis Mumford (1992) en las primeras décadas del siglo XX.

Es la ocasión de recordar al sacerdote domínico Louis Henri Didon, verdadero artífice del discurso sobre el deporte que se conoció a través de Pierre de Coubertain, quien veía en el deporte una ocasión excepcional de forjamiento de conductas, articulado en una ideología liberal en la cual la competencia ya ocupaba un lugar fundamental, piedra angular del deporte y de un tipo de relaciones sociales.[1]

Las reflexiones que presentamos aquí, entonces, tienen como cuestión fundamental el lugar de la técnica en el deporte contemporáneo, en el marco del capitalismo neoliberal. ¿De qué maneras se expresa esa relación? ¿Cuáles son los límites posibles al recordismo como baremo último, si no único, del deporte profesional? Cabe también una consideración específica sobre la función del entrenador deportivo, aquel que posee un saber sobre el cuerpo, sobre los cuerpos, sobre el cuerpo del otro, tal que le permite convertirse en el administrador legítimo del sufrimiento del deportista. El técnico deportivo, como muchas veces se lo conoce, es quien sabe cómo correr el umbral de sufrimiento; sobre ese umbral trabaja. Sobre este punto, es interesante volver sobre una cuestión central planteada ya al inicio de este trabajo: la relación entre saber y técnica. Si es cierto que esta relación en la actualidad inclina su peso sobre el lado de la técnica y que la técnica se escinde cada vez más de la ciencia, la filosofía o el arte, no es difícil suponer que quien asuma el rol de entrenar un cuerpo en el deporte represente la combinación entre ceguera científica y poder burocrático (tal como propone Arendt en su análisis sobre Eichmann). En definitiva, si se pierde de vista la pregunta acerca de por qué llevamos al máximo (rendimiento, sufrimiento, goce) el cuerpo en el deporte, lo que nos queda son solo intenciones de burócratas preocupados por cumplir con su trabajo. Esto nos recuerda una vez más, aquello que Galimberti (2001, p. 2) plantea al decir que la técnica “no tiende a un fin, no promueve un sentido, no abre escenarios de salvación, no redime, no devela la verdad: la técnica funciona”.

Recapitulemos: el deporte, como cualquier otra actividad humana, es indisociable de la técnica. No es una novedad la perspectiva crítica sobre las relaciones entre deporte y técnica; al menos desde Lewis Mumford y su Técnica y civilización de principios de los años treinta del siglo pasado ya se prefigura esta crítica. Desde entonces no se ha hecho más que refinar las técnicas, con el objetivo de romper un récord, de alcanzar un lugar en el podio. Esas técnicas derivan de un saber del cuerpo. Al menos desde fines del siglo XIX están al servicio de la maximización de la vida, de acuerdo con lo que propone Foucault (1998). Es decir, se proponen hacer rendir más los cuerpos, hacerlos más eficientes. ¿Representa alguna otra cosa el tan mentado Citius, altius, fortius? Más rápido, más alto, más fuerte. El deporte profesional, ese que practica una porción ínfima de personas, por tratarse de un ámbito altamente especializado, pero que millones miran a través de diversos dispositivos y plataformas, es el espejo de la producción. Si el deporte ha sido funcional al capitalismo, si desde el comienzo se engarza muy bien con las motivaciones de la burguesía y la ideología liberal, hoy, en el contexto del capitalismo neoliberal, más que nunca es parte de lo que Foucault llamó el “poder informante de la sociedad” (Foucault, 2007, p. 86). La idea de competencia es una de sus claves fundamentales, y esto, sugiere Foucault, forma parte de una política de la vida. Pero esta idea de competencia no pertenece ya a cierto discurso pseudo-romántico que evoca la naturaleza humana; se trata más bien de un eidos, dice Foucault (2007, p. 153):

 

¿Qué es la competencia? No es de ningún modo un dato de la naturaleza. La competencia, en su juego, sus mecanismos y sus efectos positivos que podemos notar y valorar, no es en absoluto un fenómeno natural, no es el resultado del juego natural de los apetitos, los instintos, los comportamientos, etc. En realidad, la competencia sólo debe sus efectos a la esencia que posee, que la caracteriza y la constituye. No debe sus efectos benéficos a una anterioridad natural, un dato natural que lleve en su seno. Los debe a un privilegio formal. La competencia es una esencia. La competencia es un eidos. Es un principio de formalización. Tiene una lógica interna; posee una estructura propia. Sus efectos sólo se producen si se respeta esa lógica. Se trata, de alguna manera, de un juego formal entre desigualdades. No es un juego natural entre individuos y comportamientos. […] es decir que la competencia no es un dato primitivo. No puede sino ser el resultado de un prolongado esfuerzo, y, en rigor, jamás podrá alcanzarse. La competencia pura debe y no puede ser más que un objetivo, un objetivo que supone, por consiguiente, una política indefinidamente activa.

 

El deporte, para ser profesional, debe ser financiado; por lo tanto, depende de inversiones económicas. En la sociedad del espectáculo quizás no haya mejor espejo en el cual reflejar las alianzas entre técnica, deporte y mercado. Esas alianzas dependen de principio a fin de la técnica, de las técnicas.

La relación entre la técnica deportiva y el capitalismo está dada desde la emergencia del deporte, dado que entre deporte y capitalismo se observa una afinidad electiva. Desde los primordios de esta formación social hubo intervenciones técnicas en la forma de la práctica deportiva en nombre de la eficiencia técnica y la productividad. Max Weber (2001) señala la disputa ocurrida en el siglo XVII entre la Corona Inglesa, representada primero por Jaime I y después por su sucedáneo Carlos I y los puritanos, que eran un grupo en ascensión económica y política en ese momento. Con la intención de fragilizar el movimiento puritano, la Corona Inglesa publica un decreto real primero en 1617-1618 y lo republica en 1633, Declaration of Sports (que fue conocido como Book of Sports) que permitía la práctica deportiva los domingos, día dedicado exclusivamente al culto divino, sin excepción, por parte de ese grupo religioso. La respuesta puritana no se hizo esperar. Sin poder oponerse al poder real, estos permitieron la práctica a sus fieles, siempre que se respetase el principio de que la única finalidad fuese la restauración de la potencia física orientada a la productividad laboral y económica. La práctica deportiva orientada por la simple descarga de impulsos desordenados para el deleite y la fruición era objeto de desconfianza y de enérgico rechazo si fuese motivada por la oposición brutal y la costumbre muy inglesa de apostar, el gambling. Weber señala también que:

 

El enemigo del ascetismo era el disfrute de la vida instintiva como tal, que aleja tanto del trabajo profesional como de la piedad, se presentara como deporte «señorial» o como afición a las tabernas y al baile del hombre corriente (Weber, 2001, p. 216).

 

El deporte moderno iba desde sus albores tomando la forma del ascetismo intramundano, incorporado, capturado, formado por la ética protestante, devenida posteriormente en espíritu del capitalismo. En esa dirección, es bueno recordar que en el origen de las fábricas modernas, principalmente a partir de la segunda revolución industrial en el siglo XIX, las canchas deportivas, principalmente de fútbol, eran construidas al lado de las fábricas para el tiempo posterior al trabajo con la finalidad de restaurar la fuerza de trabajo para la siguiente jornada.[2]

En el siglo XIX y el inicio del XX, el deporte es objeto de pedagogización, en primer lugar en el ámbito inglés, con el pedagogo y pastor Thomas Arnold en la escuela de Rugby de la que fue director entre 1828 y 1842 y después con Herbert Spencer en su clásica obra “Educación intelectual, moral y física”[3] publicado en 1860. Más adelante, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, Pierre de Coubertin, idealizador de los Juegos Olímpicos de la era moderna, inspirado en la obra de Arnold, apuesta a la idea de que el deporte sería la práctica más ajustada a la modernidad porque este momento histórico no estaría basado en la previsibilidad y el orden características de la gimnasia moderna, sino en la adaptación permanente y el riesgo que eran marcas propias del deporte moderno. En esa dirección propone substituir la máxima del poeta romano Juvenal mens sana in corpore sano, mente sana en cuerpo sano, normalmente vinculada en la modernidad al higienismo y a la práctica de la gimnasia, por mens fervida in corpore lacertoso que significa una mente ardiente o en ebullición en un cuerpo entrenado o ágil (PIRES, 2020). Además, el autor señala que esa máxima sería más precisa porque “[…] estaría más de acuerdo con su concepto (de Coubertin) de deporte que consideraba ser la ‘religión de la energía’” (Pires, 2020, p. 71, traducción nuestra). Lucas (1967) señala de forma elocuente el lugar del deporte como emblema de la práctica corporal moderna en el pensamiento de Coubertin, a partir de su inspiración en la pedagogía deportiva de Arnold:

 

El barón Pierre de Coubertin estaba convencido de que el sistema de escuelas públicas inglesas de finales del siglo XIX, centrado en el deporte, era el pilar sobre el que se apoyaba el vasto y majestuoso imperio británico. En la recóndita erudición del Dr. Arnold y en la consiguiente tendencia hacia el deporte masculino en la escuela de Rugby y en Inglaterra, Coubertin vio una catarsis, no sólo para los ingleses, sino para los franceses y, finalmente, para toda la humanidad (Lucas, 1967, p. 60, traducción nuestra).

 

Ya en la segunda mitad del siglo XX el deporte entra plenamente en la forma del capitalismo moderno, como mercancía cultural. El ajuste a la forma mercancía es realizado en la lógica de la espectacularización (Souza, 1991). Al analizar los cambios en la lógica del básquetbol, que pasan por las reglas, los gestos técnicos, las tácticas y estrategias de juego y las formas de entrenamiento, Souza (1991) llega a la conclusión de que la forma mercancía por la espectacularización y la condición del deportista profesional como un trabajador situado en las relaciones de producción del capitalismo, es estructurante del deporte moderno, proceso que se realiza a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Siguiendo los argumentos de la autora los gestos técnicos son reducidos y vueltos más eficientes, se prohíbe el uso de movimientos más estilizados, se promueve la disputa y la competición casi sin atenuantes civilizatorios, como por ejemplo la realización de gestos agresivos a los adversarios, el entrenamiento gana la forma de ciencia que puede calcular la manera exacta de la eficientización del gesto y la potencia de los cuerpos, nada es librado al azar, en suma, un espectáculo al gusto del mercado del entretenimiento.

Un elemento final que nos interesa señalar es que el fenómeno deportivo produce un discurso que trasciende las fronteras del propio deporte, atravesando otros campos de la vida social como la educación, el ámbito laboral, la salud, siendo herramienta de la gubernamentalización de los cuerpos en el tiempo presente (Ghiggi, 2016) y participando de la gubernamentalidad neoliberal. Es decir que la forma deportiva, al asumir la forma mercancía en la lógica del espectáculo, debe ser pensada como un modo de moldear el cuerpo en la era del capitalismo neoliberal. Las marcas que las técnicas deportivas van asumiendo están intrínsecamente relacionadas con el transcurrir del capitalismo, produciendo una memoria en el cuerpo, cuasi fisiológica, como lo decíamos con Agamben al inicio del texto, que normaliza el modo de vida de la población. Intentaremos a continuación dar forma a este planteamiento a partir de las reflexiones referenciadas en el concepto de biopolítica, dando énfasis a las elaboraciones de de Michel Foucault y Giorgio Agamben.

 

3 Deporte y biopolítica

La primera vez que Michel Foucault utiliza el término biopolítica, lo hace en relación al cuerpo en el capitalismo. En la conferencia “El nacimiento de la medicina social” dictada en 1974 en Río de Janeiro, el pensador galo dice:

 

Defiendo la hipótesis de que con el capitalismo no se pasó de una medicina colectiva a una privada, sino que ocurrió precisamente lo contrario; el capitalismo que se desarrolló a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, socializó un primer objeto, que fue el cuerpo, en función de la fuerza productiva, de la fuerza de trabajo. El control de la sociedad sobre los individuos no se operó simplemente a través de la conciencia o de la ideología, sino que se ejerció en el cuerpo, y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo más importante era lo biopolítico, lo somático, lo corporal. El cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina es una estrategia biopolítica (Foucault, 1999, p. 365-366).

 

Con esa premisa Foucault inscribe la biopolítica en el centro del desarrollo del capitalismo, en donde el cuerpo como realidad biopolítica y la medicina como estrategia son elementos basilares en la construcción del sistema. El cuerpo es el objeto a ser socializado y controlado para que la sociedad capitalista pueda emerger, cuerpo sobre el cual el discurso biomédico imprime su marca. El cuerpo en cuanto instancia biológica a ser manipulada tecno-científicamente por la biomedicina es lo que está en juego en la lógica del capital.

Al tratar de la emergencia del fenómeno del biopoder, en su doble faz de cuerpo-individuo y cuerpo-especie, Foucault (2001) señala que la era del biopoder es la de la estatización de lo biológico. Además, entiende que, en ese momento histórico lo que hace posible ese proceso es justamente la intervención técnico-científica sobre la vida en su totalidad, pudiendo producir armas de destrucción masiva como la bomba atómica y, lo que aquí nos interesa, la proliferación técnica de diversas formas de vida. Veamos: “Este exceso de biopoder aparece cuando el hombre tiene técnica y políticamente la posibilidad no sólo de disponer la vida sino de hacerla proliferar, de fabricar lo vivo, lo monstruoso y, en el límite, virus incontrolables y universalmente destructores” (Foucault, 2001, p. 229).

Es justamente esa posibilidad de operación técnica sobre la vida lo que marca el advenimiento de la modernidad capitalista. Es justamente cuando se invierte el presupuesto aristotélico sobre la condición política del ser humano. Para Aristóteles el ser humano es un zoon logon politikon, un ser vivo, un ser dotado de lo que cualifica a un ser como viviente, de zoé, que era capaz de política por tener acceso al logos, y así al bíos, a la vida políticamente calificada, o, dicho de otro modo, el ser humano es un animal que asciende a la política porque habla. En la analítica foucaultiana la modernidad es justamente el momento histórico en el cual la zoé, que es producida como vida biológica en el sentido moderno de lo que la ciencia biológica que califica y mide como vida, o sea el elemento impolítico para Aristóteles, es lo que es politizado, lo que entra en los cálculos del poder, volviéndose su blanco (Foucault, 1998). Sospechamos que es en esa operación de cerramiento a la experiencia política, marcada por la intervención técnico-científica en la vida y en el cuerpo es que podemos situar una de las premisas a las que hacíamos referencia en el comienzo del texto, al referirnos a la separación o a la imposibilidad de producir un pliegue, un deslizamiento, una no-coincidencia entre la técnica y la ciencia y las filosofías hegemónicas que dan fundamento a la modernidad capitalista.

El deporte puede ser pensado en ese registro como un operador en el que la intervención sobre la vida del cuerpo se realiza de manera casi desnuda. Valiéndonos de las consideraciones de Foucault (2000, p. 12) sobre las prisiones modernas, cuando dice que “La prisión es el único lugar donde el poder puede manifestarse en su desnudez, en sus dimensiones más excesivas, y puede justificarse como poder moral”, entendemos que en el deporte moderno el cuerpo aparece como el blanco desnudo del poder en el control tecnocientífico sobre la vida que opera sin pudores, pero que, paradójicamente, es presentado como proyecto y reserva moral de la sociedad. El proyecto de control total sobre el cuerpo y sobre la negación del límite de sus potencias (nunca realizado porque la vida siempre escapa, porque siempre hay un resto) encuentra asidero en la práctica deportiva moderna de manera ejemplar, o paradigmática, si lo queremos situar con Agamben (2008). El cuerpo deportivo es la materialización del cuerpo moderno en el que el control técnicocientífico de la vida con el objetivo de maximizar su rendimiento se muestra sin velos. Entendemos que hay una operación de institución del cuerpo deportivo en la que en el real se inscribe una realidad corporal signada por el recorte fisiológico o anatómofisiológico que produce un reloj biológico (una marcación del tiempo referenciada en la lógica de producción del tiempo moderno en la que el reloj es su emblema prototípico, de tiempo homogéneo, vacío, exacto y orientado a la producción) y que lleva a ese cuerpo a hacer coincidir la vida con la norma, a producir una norma fisiológica que dicte el ritmo del cuerpo de los individuos y la población, inscribiendo una vida y una memoria fisiológica con base científicotécnica. En esa operación el primado tecnocientífico se cierra para los posibles, para el pliegue, para las fisuras, para la crítica y la posible desarticulación entre técnica y ciencia, filosofía y arte para la política, en suma. El deporte y el cuerpo deportivo son herramientas esenciales en la producción de la vida social y que se imponen a todos en una sociedad deportivizada. No es menor el dato de que la proliferación y capilarización en la vida cotidiana del enunciado deportivo (GHIGGI, 2016) ha llevado a la población a una vida en la que el deporte es un horizonte que marca el modo de vida que debe ser adoptado, un estilo de vida saludable, porque deportivo. El tiempo del neoliberalismo es el tiempo en el que el deporte se universaliza y alcanza a toda la humanidad con el control, como lo deseaba Coubertin. La meticulosidad en relación al control del ritmo del cuerpo encuentra asidero hoy en la amplia gama de dispositivos electrónicos (Smart-watches, Smart-phones, microchips, dispositivos de mensuración de variables biológicas usados por deportistas en las competiciones) que se hacen presentes en la vida cotidiana (STASSUN; PICH, 2019) y conducen las conductas de los cuerpos produciendo una vida y una memoria fisiológica, como decíamos antes.

Al pensar en el presente sobre el cuerpo biopolítico de occidente encontramos apoyo en las palabras de Agamben

el cuerpo biopolítico de Occidente no puede simplemente ser restituido a su vida natural en el oikós, tampoco puede ser superado en otro cuerpo, un cuerpo técnico o integralmente político o glorioso, en el que otra economía de los placeres y de las funciones vitales resuelva para siempre el entrelazamiento entre la zoé y el bíos que parece definir el destino político de Occidente (Agamben, 2018, p. 287).

 

Siguiendo esa premisa vemos que el cuerpo biopolítico es constitutivamente escindido entre bíos y zoé y la producción de un cuerpo técnico no hace más que profundizar ese proyecto, lo consuma de manera cabal. En ese horizonte el deporte asoma como una forma emblemática de la operación biopolítica de la cisión entre bíos y zoé, un cuerpo integralmente técnico, destituido de cualidades. Entendemos, siguiendo al pensador italiano que es necesario recuperar esa dimensión olvidada, pero que paradójicamente es incesantemente inscripta en los cuerpos, que es la vida fisiológica. Retomando y ampliando la cita de la introducción, para Agamben (2004, p. 19): “En el fondo la vida fisiológica no es otra cosa que una técnica olvidada, un saber tan antiguo del que ya hemos perdido toda memoria de él. Una apropiación de la técnica no podrá hacerse sin un re-pensamiento preliminar del cuerpo biopolítico de Occidente”. Técnica y cuerpo biopolítico están implicados, fundidos en la modernidad, y el deporte parece asomar como un horizonte en el cual ese problema puede ser pensado.

 

4 El deporte sobre la mirada de la tecnología molecular

Con el avance de los descubrimientos de la biología molecular (genética, inmunología y neurociencias) a partir de la segunda mitad del siglo XIX, hubo un gran cambio en la comprensión biopolítica de la gestión de la vida. Con el destino de la humanidad inscrito en la molecularidad de sus cuerpos, el ser humano ahora puede manipular su cuerpo y su vida. Los avances en estas áreas inauguraron una nueva concepción de la vida; ahora, la información inscrita en los genes, linfocitos y neuronas puede ser recombinada molecularmente, de modo que la vida ya no se concibe como algo inalterable; es decir, la biología deja de ser el destino (Rose, 2013). Así nace la biopolítica molecular que se produce durante la gradual separación entre cuerpo y vida.

Las disposiciones epistémicas identificadas en las formaciones discursivas de la información ligadas a la biología, y conectadas con las demás (la genética en su plan común con la inmunología, que estudia los sistemas, y con las neurociencias, que estudian la organización), se replicarían en la trayectoria del dispositivo genético. En la actualidad no hay biopolítica posible sin atender a la biotecnología, y no hay biotecnología sin atender a la biología molecular. Por eso es una biopolítica molecular (Rodríguez 2019, p. 423).

 

Ante este escenario, el deporte, en su relación con la técnica, se ha vuelto cada vez más difuso y polémico. Mientras algunos celebran que el cuerpo haya sido descompuesto, recombinado y reconstruido para aumentar los resultados deseados, otros critican estos avances e insisten en encadenarlo a una ontología humanista. Según Perlbart (2003), este debate inconcluso es el síntoma, quizás, de una paradoja que está en el centro de la condición neoliberal contemporánea. “Por un lado, la vida se volvió el blanco supremo del capital. Por otro, la vida misma se volvió un capital, si no el capital por excelencia, del que todos y cada uno disponen virtualmente, con consecuencias políticas a ser definidas” (Pelbart, 2003, p. 13, traducción nuestra).

El cuerpo y la vida se han virtualizado; la biotecnología molecular nos ha traído la noción de “material humano” que fue patentado y comercializado bajo la égida capitalista. El material humano (células madre, tejidos, semen, óvulos, embriones, genes, entre otros) ahora tiene la capacidad de crear “cuerpos extendidos” o “biomasas externalizadas”. Al fin y al cabo, “molecularizar la vida significa desligarla de la temporalidad del cuerpo” (Rodríguez, 2019, p. 418). A partir de esto, según Rose (2013), los seres humanos pueden ahora experimentarse de nuevas maneras como criaturas biológicas, como sí mismos biológicos.

En el ámbito deportivo, la biología molecular ha tenido consecuencias principalmente en el contexto de las tecnologías vinculadas a la ingeniería genética, ya que esta busca abordar ciertos problemas:

 

Entre ellos, el más notable es la modificación o alteración de las células hereditarias, con el objetivo de mejorarlas, incluso desde etapas tempranas del desarrollo, como en el feto humano. Este tipo de intervención también se aplica a células no hereditarias, por ejemplo, cuando se busca modificar el tejido muscular para mejorar el rendimiento. Otro ámbito en el que la genética desempeña un papel central en el deporte es la preselección genética, donde los atletas son elegidos en función de su información genética, como un genotipo y biotipo compatibles con una disciplina deportiva específica (Galak; Zoboli; Manske, 2020, p. 68, traducción nuestra).

 

La ingeniería genética en el deporte puede servir para la terapia génica, la transferencia de genes, la ingesta de sustancias genéticamente modificadas, la manipulación de genes o, incluso, una forma de intervención que no se caracterice directamente como doping, pero que utiliza estos conocimientos, como la selección de atletas (con genotipos y fenotipos compatibles con determinadas modalidades) a partir de saberes y mapeos genéticos (Manske, 2017; Miah, 2008).

Epstein (2014) menciona en su libro “La genética en el deporte” que todos los superatletas poseen alguna predisposición genética. Cita el gen ACTN3 como ejemplo de atletas superveloces. Este gen es considerado el gen de la fuerza y la velocidad, ya que codifica una proteína llamada α-actinina-3, asociada a la fuerza y potencia muscular, y se encuentra únicamente en fibras musculares de contracción rápida. Equipos de atletismo, como el de EUA, ya seleccionan atletas de base a partir de la detección de este gen, que se localiza en el cromosoma 11.

Otro modo en que la biología molecular actúa en el deporte es a través de pruebas para verificar el sexo de los atletas. Este tipo de prueba no es nuevo, sin embargo, el uso de saberes de orden biomolecular para este fin es relativamente reciente en el ámbito del deporte de alto rendimiento. En relación con la participación de atletas intersexuales y transgénero, en noviembre de 2018, la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) revisó las reglas y estableció nuevos criterios para delimitar la participación de atletas femeninas que producen altas tasas hormonales de testosterona de forma natural. “El documento reglamenta que las mujeres con hiperandrogenismo – disturbio endócrino caracterizado por el exceso de los andrógenos como testosterona – serán obligadas a tomar remedios para reducir los niveles de esa hormona” (Zoboli; Manske; Galak, 2021, p. 8, traducción nuestra). La regla fue revisada, modificando los límites hormonales y las modalidades abarcadas de 10 a 5 nanomoles por litro. Además, en 2019 se hizo una adición a las reglas restringiendo algunas pruebas de atletismo, entre ellas los 400 y 800 metros.

Estas nuevas reglas interrumpieron y posiblemente destruyeron las carreras de atletas que se negaron a someterse a los nuevos protocolos médicos propuestos. Según Santos (2021), al menos ocho atletas, incluidas las tres que ocuparon el podio de la prueba de 800 metros en los Juegos Olímpicos de 2016, fueron apartadas: Caster Semenya (Sudáfrica, 800m); Margaret Wambui (Kenia, 800m); Francine Niyonsaba (Burundi, 800m); Jakline Wambui (Kenia, 800m); Linda Kahega (Kenia, 400m); Maximila Imali (Kenia, 400, 800 y 1500m); Beatrice Masilingi y Christine Mboma (Namibia, velocistas de 400m – compitieron en los Juegos Olímpicos de 2020 solo en la prueba de 200m).

En diciembre de 2021, tras el cierre del ciclo olímpico en Tokio, el COI revocó los parámetros de vigencia anteriores y dejó en manos de cada federación deportiva el desarrollo de sus propios criterios para la inclusión de atletas trans e intersexuales. Es decir, después de “lavarse las manos” en el sentido de mantener una regla inclusiva que estableciera un parámetro general para todas las modalidades, el COI transfiere la responsabilidad a cada federación en lo que respecta a las políticas de acceso. Para facilitar esto, la entidad lanzó un documento para guiar lo que llamó “encuadre técnico sobre la equidad, inclusión y no-discriminación basada en la identidad de género y en variaciones sexuales” (Camargo; Alves, 2021, traducción nuestra).  Con este documento, el COI buscó asegurar y garantizar a

 

Todas las personas el derecho a la práctica deportiva sin sufrir discriminación y de una forma que respete la salud, la seguridad y la dignidad. Al mismo tiempo, la credibilidad del deporte competitivo – y particularmente de las competencias deportivas de alto nivel – dependen de la igualdad de condiciones por medio de la cual ningún/a atleta tendrá ventaja injusta y desproporcionada sobre sus pares (Camargo; Alves, 2021, p.3, traducción nuestra).

 

Lo que se percibe, en ambos casos (atletas trans e intersexuales), es que la testosterona está asumiendo un cierto protagonismo en el intento de unificar todos los cuerpos de estas atletas. Según Bouchard y Hooffman (2010), existen 200 variaciones genéticas que pueden dar ventaja en el rendimiento deportivo. Ante estas otras posibilidades de variación genética, Santos (2021) cuestiona por qué solo uno de estos factores es regulado. Y continúa:

 

Retirar la hiperandrogenia del grupo de factores genéticos enaltecidos por la comunidad deportiva tiene un significado cultural muy evidente. Si la hiperandrogenia acerca el cuerpo de las mujeres al de los hombres, se trata de una circunstancia genética que sacude el sistema sexual binario como ninguna otra cosa. Los largos brazos de Phelps no plantean dudas sobre el sexo, de la misma manera que no plantean dudas sobre la creación de una categoría para nadadores con brazos más largos que su propia altura (Santos, 2021, p. 115, traducción nuestra).

 

Si, por un lado, las técnicas, los saberes, los recursos, los mecanismos y las discursividades biológicas y biotecnológicas genéticas pueden ser estructuras de sujeción, en el caso de atletas generificados por otro lado, pueden ser mecanismos de resistencia, dado que las promesas de las tecnologías genéticas se basan precisamente en las posibilidades de moldear al ser humano, alterando sustancialmente su naturaleza de manera artificial (Rabinow, 2002), a criterio de sus propios intereses.

Con la decodificación molecular, el cuerpo humano pasa a ser un conjunto de informaciones virtualizadas, una biomasa externalizada que también se convierte en signo de propiedad y capitalización. El biocapital y el biovalor se entrelazan con el dispositivo de la performance deportiva, y así “partes molares” del cuerpo “se extraen como minerales, se cosechan como cultivos, o se explotan como un recurso. El tejido se adquiere, un término usado más comúnmente en relación con tierra y bienes” (Rose, 2013, p. 95). La biopolítica molecular coloca las prácticas de biopoder bajo nuevas formas de autoridad, generando así un nuevo modelo de acumulación capitalista. Este capital molecular del cuerpo interfiere en los destinos de las instituciones de saber-poder en la medida en que dirige inversiones de investigación, influye en las tácticas de mercado y valor tanto en el ámbito médico como farmacéutico, en agencias políticas de uso de los cuerpos, gestiona estrategias regulatorias que garantizan la ética en la investigación y fomenta “planes de vida” ante las verdades que esta tecnología promete. El cuerpo deportivo, pero no solo él, es un campo empírico de estas inversiones y políticas de uso.

Todos estos “avances” se sustentan en el ideario transhumanista y hacen un fuerte llamado a la libertad morfológica, que es el derecho a modificar el propio cuerpo sin restricciones políticas del Estado y de otros poderes/instituciones. Ahora corresponde al individuo ser el responsable activo de su compromiso en la gestión de su cuerpo; es decir, estas prácticas de elección biológica se basan en el auto régimen de sí, sin pasar ya por el Estado. En el mejor de los casos, se crean políticas con alianzas entre el Estado y el comercio para la gestión de estos cuerpos biológicos y se invierte en la propagación y exacerbación de esta ‘auto libertad’, ya que es de interés para el sistema neoliberal.

 

Para las personas se tornó posible pensar su sí-mismo corporificado como algo abierto a la modificación en nuevas formas y, por lo tanto, a adquirir ulteriores obligacones para el autogerenciamiento responsable de su existencia biológica y somática” (ROSE, 2013, p. 122, traducción nuestra).

 

La bioética tiene la función política de operar como un dispositivo de legalización y regulación frente a estudios altamente paradójicos y controversiales en los que se manipulan el cuerpo y la vida. Sin embargo, para Rose (2013), la bioética también puede servir para aislar a los investigadores de la crítica, en la medida en que reducen la complejidad de cuestiones fundamentales a una extensa burocratización del proceso; es decir, las reducen a cuestiones técnicas: “¿se siguieron los procedimientos adecuados? ¿Se obtuvieron los permisos necesarios? ¿Está asegurada la fiabilidad? ¿Se obtuvo el consentimiento?” (Rose, 2013, p. 355 – traducción nuestra). De este modo, el autor concluye:

 

En este caso, la bioética, al igual que la contabilidad, la regulación legal, la auditoría y similares, se ha convertido en una parte esencial del mecanismo para gobernar la bioeconomía, para facilitar los circuitos de material biológico necesarios para la generación de biocapital y para el gobierno de todas las prácticas en las que la vida misma es el objeto, el blanco y la apuesta (Rose, 2013, p. 355, traducción nuestra).

 

 Aquí visualizamos que uno de los mayores peligros de la fetichización de la tecnología en el deporte es cuando el producto de la ciencia se convierte en un objeto de fe. Al fin y al cabo, el mayor legado que la ciencia ha dejado en la modernidad no proviene necesariamente de sus productos tecnológicos, sino de la forma en que ha ocupado un espacio mítico. En este sentido, Diéguez (2022) afirma que el transhumanismo, en el núcleo de las cuestiones que propone sustentar, aún queda atrapado en una mezcla de mitologías. En consonancia con esto, menciona Sarti: “las figuras que propone la ciencia no serán sagradas, pero sí aparecen como proféticas, apoyadas en el prestigio de la apelación a lo científico” (Diéguez, 2012, p. 34).

Sobre esta mitificación cabe la alerta de Galimberti: la técnica simplemente funciona. Y lo hace independientemente y a mayor velocidad que la capacidad de los sujetos de acompañarla y comprenderla. Para el filósofo italiano, “la lógica del mercado desvela un escenario que preve el dominio de la cosa sobre el hombre”, lo que conduce a un proceso de total reificación: “es la cosa que define al hombre que así resulta objetivado e instituído por el tipo de la propia actividad” (Galimberti, 2006, p. 356, traducción nuestra). El problema es que, como afirma Feenberg (2015, p. 129, traducción nuestra): “los objetos son despojados de sus contextos y reducidos a sus propiedades útiles. Estas descontextualizaciones y reducciones son inherentemente unilaterales y violentas”.

 

5 Consideraciones finales

Las reflexiones que hasta aqui se presentan parten de analizar el lugar central que nos ofrece el cuerpo en el deporte para pensar la relación entre biopolítica, capitalismo y neoliberalismo. La línea que hemos decidido trazar atraviesa un terreno marcado por la técnica y la relación que con el saber adquiere en el escenario actual. El deporte se nos ofrece como un operador en el que la intervención sobre la vida, sobre el cuerpo se realiza de manera casi desnuda. En este sentido, ante la evidencia de un deporte cada vez más espectacularizado y espectacularizante, que no duda en intervenir —ni en perseguir— moléculas, hormonas o cromosomas, no resulta difícil vislumbrar cómo la administración y burocratización de la vida orgánica se imponen sobre la reflexión filosófica y política, cada vez más mediada por la lógica neoliberal.

Que esta sea la tónica contemporánea se comprende a partir de que el pensamiento técnico ha pasado a funcionar con relativa autonomía de la filosofía, la ciencia o el arte, pero determinado por el ideal del rendimiento y la eficiencia, articulado en uno de los conceptos clave del neoliberalismo: la competencia. En lo que se ha dado en llamar de escenario transhumanista, el deporte en su relación con la técnica se vuelve cada vez más polémico, dando lugar tanto a quienes celebran que el cuerpo pueda ser intervenido con toda la tecnología que esté a nuestro alcance en pos de mejorar records asumiendo que nuestro modo de ser humanos ha quedado antiguo en la edad de la técnica, como a quienes aún reclaman desde miradas más conservadoras sujetarlo a una ontología humanista que idealiza una supuesta naturalidad del cuerpo y el valor del esfuerzo materializada a través de la resistencia a la liberación del doping o la insistencia en la clasificación por sexos en pos de garantizar una pretendida igualdad de condiciones en la competencia. Se trata de cuestiones que nos enfrentan a una paradoja: a la vez que se apela a un carácter puro de las prácticas deportivas cuando se condena el doping, se resuelve con tratamentos hormonales alcanzar este estado puro de mujer que deje a las competidoras en igualdad formal de condiciones.

Todo esto no hace sino recordarnos uma vez más el carácter no neutral de la técnica. El análisis sobre las formas en las que se materializan las reglamentaciones nos muestran cómo el cuerpo ha pasado a ser propiedad del estatuto de las federaciones deportivas definido por parámetros biomédicos. No es casual que sean objeto de persecución biológica las mujeres, mujeres trans o intersexuales, desde el momento en que el uso de esteroides anabólicos (versiones sintéticas de la testosterona) es vigilado solo en las mujeres en las cuales se evidencia algún tipo de rasgo masculino que hace poner en cuestionamiento la naturaleza femenina y, en consecuencia, la matriz de cuerpos binarios.

Este recorrido nos muestra que el problema sigue siendo el de no perder la ilusión de encontrar respuestas neutrales en el saber biológico que diriman el debate político. Por esto, una vez más, es necesario recordar con Agamben (2004) que, en el fondo, la vida fisiológica no es otra cosa que una técnica olvidada.

 

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[1] Un análisis más detallado de los planteos de Louis Henri Didon puede verse en: RODRÍGUEZ GIMÉNEZ, R.; SERÉ QUINTERO, C. Deporte y política: La actualización neoliberal del citius, altius, fortius. Novos Olhares Sociais. Revista do PPGCS, Cruz das Almas: UFRB, v. 3, n. 1, p. 48-66, 2020.

[2] Sobre este punto, una excelente síntesis se logra en el arte de las pinturas de L. S. Lowry. Ver, por ejemplo: Going to the match (1953).

[3] Vale la pena destacar que en el mencionado libro Spencer (1888) presenta su posición cercana a la visión del darwinismo social, muy en boga en ese período histórico, y su predilección por la fisiología antes que por la metafísica.



[i] Artigo recebido em 25/10/2024

  Artigo aprovado em 25/09/2025

 

[ii] Contribuições do autor: conceituação; curadoria dos dados; escrita - análise e edição.

 

[iii] Contribuições da autora: conceituação; análise formal; escrita - análise e edição.

 

[iv] Contribuições do autor: conceituação; escrita - rascunho original; escrita - análise e edição.

 

[v] Contribuições do autor: conceituação; escrita - rascunho original; escrita - análise e edição.